ecualizadores, cables, el principio de incertidumbre y la lluvia
Porque no somos contradictorios, clamamos por un sonido real, que nos transporte al centro de una fantasía auditiva donde las orquestas sean orquestas y los violines, violines. ¿Cierto?. ¡Falso!.

Y, porque somos audiófilos de raza, descreemos de cuanto truco electrónico nos prometa un sonido más bonito. ¿Cierto?. ¡Falso!.

En el primer caso, nos encontramos conque difícilmente un sistema capaz de reproducir la dinámica de una orquesta sinfónica, será también capaz de capturar las sutilezas de una cuerda frotada. En el segundo, nada más horroroso, para un audiófilo de fuste, que un ecualizador, ya sea paramétrico, gráfico, o una simple perilla que diga "tono". Sin embargo, que hay de los que corrigen esa molesta resonancia que tiene nuestro play-room en el barrio de los 1200 c/s.

Pongámoslo de esta manera: placentero es lo que produce placer y no lo que debería producirlo.

Todo señor sensato cambió varias veces sus cables buscando el que mejor "sonase" con su equipo, en lugar de usar el que mejor "medía" en el osciloscopio. - No tengo osciloscopio a mano -, argumentó un señor trasnochado.

Pero cualquiera que se jacte de honesto deberá reconocer que los cables son los ecualizadores del "connoisseur". Es el último y solapado golpe de furca a la linealidad del sistema cuando las cosas no salen como uno pensó.

Por supuesto existen casos más extremos. Tengo un amigo que es un experto en cables. El inefable Chamus. Ha oído casi cualquier cable que sea razonable escuchar. Llega a extremos de "reversión de prueba". - Chamus, te gusta como anda tal equipo ?; podría ser la pregunta. - Con que cables ?; podría ser la respuesta.

El principio de incertidumbre dice que es imposible determinar, simultáneamente, velocidad y posición de un móvil. Intentar medir una de ellas, estropearía cualquier chance de medir simultáneamente la otra. En un sentido más amplio, podríamos decir que es muy difícil establecer si una mejora en sonido se debe a un aumento en la calidad del cable, o a que éste introdujo una carga capacitiva más acorde con el amplificador, por decir algo que no sea un disparate.

Existe una curiosa arrogancia en el hombre que hace que, existiendo un millón de variables para determinar una relación causal, y estando a su control una sola, atribuirá exclusivamente a variaciones de esa "una", cualquier modificación que se produzca en el resultado final. Esto es: Salí a la calle con una flor en mi ojal, el cielo estaba encapotado, soplaba viento sur, refrescó repentinamente y, por supuesto, llovió. Ergo: las flores en mi ojal hacen llover . Se llama "cábala" y tiene mucho que ver con la superstición.

Lo grave del caso es que existen especialistas muy ocupados en decirnos si la flor debe ser un clavel o un crisantemo. Se llama mistificación y tiene mucho que ver con la ignorancia.

Resulta absolutamente imprescindible, a la hora de los cambios, cambiar las cosas de a una, y tomarse su tiempo. Es lo que permite recordar el todo al evaluar las partes; es decir, no perder el parámetro. No se puede atinar al equilibrio en medio de una salsa de cambios.

Al cambiar un componente en nuestro sistema, pensamos estar modificando una sola cosa. Es absolutamente imposible modificar una sola cosa, esto es tautológico.

Un cambio siempre es muchos cambios. Se trate de sonido o evolución de las especies.

Lo realmente fantástico de este juego son las variables no cuantificadas, las cosas que uno cambia sin saber que cambia, lo que resulta sin ser buscado. Lo que sucede, y uno se pregunta: Como ?.

De este modo, se puede jugar eternamente el partido del retoque a lo perfecto.

Porque la aventura de descubrir lo que uno quiere resulta interminable. Por eso habrá siempre más papel que lápiz; y un sonido único, entre dos orejas.

E.C.

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