Ha pasado mucha agua bajo el puente desde que el primer walkman nos
fascinó a todos con la posibilidad de llevar nuestra música en el bolsillo.
El primer gran avance, sobre ese comienzo que fue el walkman, llegó con
la digitalización de la cosa; con el advenimiento del CD apareció el DiscMan.
Pero éste era sólo la punta del iceberg, la irrupción de la tecnología
digital en el mundo del sonido no fue un avance menor. Fue,
fundamentalmente, la piedra angular sobre la que se apoya el sonido de
bolsillo de hoy en día.
Sin embargo, esta nueva música de bolsillo tuvo que superar tres problemas
para llegar a la portabilidad y la difusión masiva de que disfruta hoy. En
realidad los tres problemas fueron surgiendo y siendo resueltos cada uno a
partir del anterior. Y los avances tecnológicos apoyados en la computación los
fueron solucionando.
- El tamaño de los archivos: seguían siendo de once a veinte
temas por disco. Ya no. Se descubrió como obtener archivos más chicos.
- El costo de la memoria (para almacenarlos): ¿Por qué memoria?
Porque cuando se pudo incrustar 100 temas en un solo disco, seguía
siendo necesario cambiar de disco para tener otros 100 temas distintos.
Es mucho más práctico tener una memoria o un disco regrabable donde
almacenar los temas y reemplazarlos a voluntad. Además la memoria es
físicamente más chica que el CD equivalente. Lamentablemente, también
era muy cara.
- La velocidad de la red (para transmitirlos): ¿De dónde saca
uno su música, ya convertida a los nuevos formatos comprimidos, para
guardarla en su dispositivo portátil? Y sí, de Internet. Pero no era tan
simple, accediendo por una línea telefónica.
El mp3
La aparición del MP3 le da de lleno al primero de estos problemas, quizá el
más importante, ya que ésta solución hizo mucho más viable el manejo de los
otros dos.
Básicamente es un sistema de compresión que permite guardar un tema musical
en menor espacio del que ocupa ese mismo tema en un CD. Esta compresión debe
llevarse a cabo contemplando dos necesidades antagónicas: calidad y tamaño de
archivo. Porque cuanto más se comprima un tema musical, ocupará menos espacio
pero su calidad de sonido será peor. Se trata, en última instancia, de un
compromiso entre portabilidad y calidad.
El tamaño y la calidad, en una grabación comprimida, pueden definirse por
ciertos parámetros: la relación de compresión y la velocidad de grabación, que
se mide en kbps.
La relación de compresión más utilizada, porque proporciona la máxima
economía de espacio conseguible sacrificando muy poca calidad de sonido, es la
de once a uno (11:1, lo que quiere decir que se pueden almacenar once temas en
MP3 en el espacio en que un CD almacena sólo uno u once CDs en el espacio de
uno).Hasta acá vamos bien, entonces ¿no? La relación de compresión de 11:1 se
caracteriza por una velocidad de grabación de 128 kbps, lo que puede sonar
demasiado técnico, pero en realidad es sólo un número que identifica un proceso,
un valor que describe la relación de compresión. A mayor velocidad de grabación,
menos compresión.
Las velocidades de grabación más comunes son: 64 (mínima), 128 (media), 256
(media alta) y 320 (máxima). Parados en este punto, es fácil comprender que una
grabación en 128 ocupará el doble del espacio y tendrá más calidad que una de
64.
Sin embargo, un detalle curioso (y afortunado) es que en este proceso la
variación de calidad no es lineal. En pocas palabras: 128 kbps resultan en buena
calidad, 320 es un poco mejor, pero no mucho, y 64 suele ser muy mala.
Con esto terminamos con una enojosa pero indispensable parte técnica. Y con
la solución que se dio al primer problema.
La memoria tan necesaria
El segundo de los problemas pasaba por el costo económico de usar memoria en
vez de discos no regrabables y encontró su solución natural de la mano del
rápido desarrollo de la tecnología informática.
La memoria, imprescindible para almacenar información portátil en tamaño
razonable, cayó drásticamente de precio en los últimos años. Hoy se puede
comprar, por el mismo precio, aproximadamente diez veces la cantidad de memoria
que se compraba hace tres años. La cuenta es fácil: diez veces la cantidad de
música, para el mismo precio del dispositivo. En la práctica, esto significa que
1Gb, que es la cantidad de memoria necesaria para almacenar aprox. 250 temas en
formato MP3 /128 kbps cuestan, en el mercado local, unos $200. Por ese dinero,
hace unos pocos años, apenas se podían almacenar unos 25 temas. La diferencia es
abismal, por donde se la mire.
Velocidad y banda ancha
En las épocas en que el MODEM de 56k y su fatigoso "prriirriiiirrriiiii" eran
lo máximo a lo que podía aspirarse, resultaba muy complicado bajar música de la
red, ya fuese en forma legal o no tanto (Dios no lo permita).
Lo cierto es que a esa velocidad, un archivo de 4Mb que es el tamaño promedio
de un tema grabado a 128 kbps tarda más de 10 minutos en bajar. Resulta poco
práctico intentar reunir una discoteca en base a este procedimiento. No es que
no se pueda, pero es engorroso. Además las conexiones analógicas suelen
interrumpirse y hay que comenzar todo de nuevo.
La irrupción de la banda ancha modificó esto de un plumazo. Arrancando
primero con conexiones de 256k como estándar, rápidamente trepó a 512k, pasó
raudamente por 1Mb, para finalmente instalarse cómodamente por encima de los
2Mb. Esto significa una velocidad más de 35 veces superior a los 56k de los
MODEMs analógicos. Tenemos aquí otra tremenda diferencia: lo que tardaba más de
10 minutos, baja ahora en menos de 30 segundos.
El cuarto mosquetero: los nuevos juguetes
A los tres factores ya mencionados puede agregarse un cuarto factor: los
dispositivos de reproducción MP3 en si mismos.
Con el abaratamiento de la memoria, los dispositivos de reproducción basados
en memoria de estado sólido no volátil fueron ganando terreno. Ahora bien, este
cuarto mosquetero viene en dos versiones: la plebeya y la de sangre azul.
La
versión plebeya es la de los reproductores de MP3 de marca genérica. Son
pequeños, compactos, baratos y convenientes; suelen tener radio de FM,
micrófono, funcionan como grabador y normalmente utilizan pilas descartables.
Todos ellos son fabricados por marcas asociadas al hardware informático, ya sean
estas famosas o ilustres desconocidas. Casi todos estos dispositivos utilizan
memoria de estado sólido no volátil.
La otra, la de sangre azul, es la versión de Apple: el IPOD. ¿Las
diferencias? Bastantes.
El IPOD es un dispositivo de diseño, y suele conferir estatus. En los Estados
Unidos ha generado una cultura propia y se ha erigido en icono de la modernidad
o, al menos, de un sector de la modernidad. No es sólo lo que "es", también, y
fundamentalmente, es lo que representa. Representa un estilo de vida,
cosmopolita y eventualmente alternativo, un modo de ver el mundo, desde la
simplicidad de un producto de calidad que hace gala de un diseño cuidado y
despojado. No solamente se inscribe en la más estricta tradición de la marca de
la manzanita; es, hoy por hoy, su más conspicuo representante.
Técnicamente, es un animal bastante diferente a sus primos plebeyos. Los
modelos más grandes guardan la información en un disco rígido (similar a los de
las computadoras) de muy pequeño tamaño, con capacidades que llegan a los 60 Gb.
Si, en lugar de 250 temas son 15000, lo que en la práctica significa una
discoteca entera. No tienen radio de FM, ni de ninguna otra clase. Sus baterías
son recargables, no descartables, con todo lo que ello implica de ventaja e
inconveniente. Algunos de ellos reproducen video en pantalla color. Y todos,
absolutamente todos, son muy, muy, lindos.
E.C.
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