originalmente publicado en la Revista Teatro Colón

Ha pasado mucha agua bajo el puente desde que el primer walkman nos fascinó a todos con la posibilidad de llevar nuestra música en el bolsillo.

El primer gran avance, sobre ese comienzo que fue el walkman, llegó con la digitalización de la cosa; con el advenimiento del CD apareció el DiscMan.

Pero éste era sólo la punta del iceberg, la irrupción de la tecnología digital en el mundo del sonido no fue un avance menor. Fue, fundamentalmente, la piedra angular sobre la que se apoya el sonido de bolsillo de hoy en día.

Sin embargo, esta nueva música de bolsillo tuvo que superar tres problemas para llegar a la portabilidad y la difusión masiva de que disfruta hoy. En realidad los tres problemas fueron surgiendo y siendo resueltos cada uno a partir del anterior. Y los avances tecnológicos apoyados en la computación los fueron solucionando.

El mp3

La aparición del MP3 le da de lleno al primero de estos problemas, quizá el más importante, ya que ésta solución hizo mucho más viable el manejo de los otros dos.

Básicamente es un sistema de compresión que permite guardar un tema musical en menor espacio del que ocupa ese mismo tema en un CD. Esta compresión debe llevarse a cabo contemplando dos necesidades antagónicas: calidad y tamaño de archivo. Porque cuanto más se comprima un tema musical, ocupará menos espacio pero su calidad de sonido será peor. Se trata, en última instancia, de un compromiso entre portabilidad y calidad.

El tamaño y la calidad, en una grabación comprimida, pueden definirse por ciertos parámetros: la relación de compresión y la velocidad de grabación, que se mide en kbps.

La relación de compresión más utilizada, porque proporciona la máxima economía de espacio conseguible sacrificando muy poca calidad de sonido, es la de once a uno (11:1, lo que quiere decir que se pueden almacenar once temas en MP3 en el espacio en que un CD almacena sólo uno u once CDs en el espacio de uno).Hasta acá vamos bien, entonces ¿no? La relación de compresión de 11:1 se caracteriza por una velocidad de grabación de 128 kbps, lo que puede sonar demasiado técnico, pero en realidad es sólo un número que identifica un proceso, un valor que describe la relación de compresión. A mayor velocidad de grabación, menos compresión.

Las velocidades de grabación más comunes son: 64 (mínima), 128 (media), 256 (media alta) y 320 (máxima). Parados en este punto, es fácil comprender que una grabación en 128 ocupará el doble del espacio y tendrá más calidad que una de 64.

Sin embargo, un detalle curioso (y afortunado) es que en este proceso la variación de calidad no es lineal. En pocas palabras: 128 kbps resultan en buena calidad, 320 es un poco mejor, pero no mucho, y 64 suele ser muy mala.

Con esto terminamos con una enojosa pero indispensable parte técnica. Y con la solución que se dio al primer problema.

La memoria tan necesaria

El segundo de los problemas pasaba por el costo económico de usar memoria en vez de discos no regrabables y encontró su solución natural de la mano del rápido desarrollo de la tecnología informática.

La memoria, imprescindible para almacenar información portátil en tamaño razonable, cayó drásticamente de precio en los últimos años. Hoy se puede comprar, por el mismo precio, aproximadamente diez veces la cantidad de memoria que se compraba hace tres años. La cuenta es fácil: diez veces la cantidad de música, para el mismo precio del dispositivo. En la práctica, esto significa que 1Gb, que es la cantidad de memoria necesaria para almacenar aprox. 250 temas en formato MP3 /128 kbps cuestan, en el mercado local, unos $200. Por ese dinero, hace unos pocos años, apenas se podían almacenar unos 25 temas. La diferencia es abismal, por donde se la mire.

Velocidad y banda ancha

En las épocas en que el MODEM de 56k y su fatigoso "prriirriiiirrriiiii" eran lo máximo a lo que podía aspirarse, resultaba muy complicado bajar música de la red, ya fuese en forma legal o no tanto (Dios no lo permita).

Lo cierto es que a esa velocidad, un archivo de 4Mb que es el tamaño promedio de un tema grabado a 128 kbps tarda más de 10 minutos en bajar. Resulta poco práctico intentar reunir una discoteca en base a este procedimiento. No es que no se pueda, pero es engorroso. Además las conexiones analógicas suelen interrumpirse y hay que comenzar todo de nuevo.

La irrupción de la banda ancha modificó esto de un plumazo. Arrancando primero con conexiones de 256k como estándar, rápidamente trepó a 512k, pasó raudamente por 1Mb, para finalmente instalarse cómodamente por encima de los 2Mb. Esto significa una velocidad más de 35 veces superior a los 56k de los MODEMs analógicos. Tenemos aquí otra tremenda diferencia: lo que tardaba más de 10 minutos, baja ahora en menos de 30 segundos.

El cuarto mosquetero: los nuevos juguetes

A los tres factores ya mencionados puede agregarse un cuarto factor: los dispositivos de reproducción MP3 en si mismos.

Con el abaratamiento de la memoria, los dispositivos de reproducción basados en memoria de estado sólido no volátil fueron ganando terreno. Ahora bien, este cuarto mosquetero viene en dos versiones: la plebeya y la de sangre azul.

La versión plebeya es la de los reproductores de MP3 de marca genérica. Son pequeños, compactos, baratos y convenientes; suelen tener radio de FM, micrófono, funcionan como grabador y normalmente utilizan pilas descartables. Todos ellos son fabricados por marcas asociadas al hardware informático, ya sean estas famosas o ilustres desconocidas. Casi todos estos dispositivos utilizan memoria de estado sólido no volátil.

La otra, la de sangre azul, es la versión de Apple: el IPOD. ¿Las diferencias? Bastantes.

El IPOD es un dispositivo de diseño, y suele conferir estatus. En los Estados Unidos ha generado una cultura propia y se ha erigido en icono de la modernidad o, al menos, de un sector de la modernidad. No es sólo lo que "es", también, y fundamentalmente, es lo que representa. Representa un estilo de vida, cosmopolita y eventualmente alternativo, un modo de ver el mundo, desde la simplicidad de un producto de calidad que hace gala de un diseño cuidado y despojado. No solamente se inscribe en la más estricta tradición de la marca de la manzanita; es, hoy por hoy, su más conspicuo representante.

Técnicamente, es un animal bastante diferente a sus primos plebeyos. Los modelos más grandes guardan la información en un disco rígido (similar a los de las computadoras) de muy pequeño tamaño, con capacidades que llegan a los 60 Gb. Si, en lugar de 250 temas son 15000, lo que en la práctica significa una discoteca entera. No tienen radio de FM, ni de ninguna otra clase. Sus baterías son recargables, no descartables, con todo lo que ello implica de ventaja e inconveniente. Algunos de ellos reproducen video en pantalla color. Y todos, absolutamente todos, son muy, muy, lindos.

E.C.

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